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COMUNICADOS INSTITUCIONALES

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Definir los intereses nacionales es solo el primer paso para consolidar el modelo estratégico de Bolivia. Lamentablemente a casi doscientos años de su existencia, Bolivia no ha sido capaz de definirlos, menos implementarlos.

El interés nacional es el norte que debe guiar a los hombres de Estado y la fuente de la legitimidad de la correspondiente política exterior (Hans Morgenthau). El interés nacional o interés del Estado –según nuestra Constitución– debe responder a la finalidad última del Estado, el bien común, expresado en la seguridad, bienestar y desarrollo. Sin seguridad no existe desarrollo y, contrariamente, sin desarrollo no se cuenta con una seguridad adecuada.

La Constitución Política del Estado del 2009 ha generado nuevas definiciones doctrinarias como las referidas a “los intereses del Estado”. Es más, la norma suprema atribuye a la Procuraduría la tarea de promover, defender y precautelar los intereses del Estado, sin embargo, ni la ley 064 ni sus decretos reglamentarios que establecen la organización y funciones de esta institución, la definen ni caracterizan, por lo tanto, dejando su interpretación a criterio libre de las personas. ¿Son los intereses del Estado los objetivos establecidos en la Constitución?; ¿Son intereses del Estado los fines que señala la Constitución?; ¿Están los valores y principios establecidos en la norma constitucional al mismo nivel que los intereses?; ¿Cuáles son las instituciones encargadas de establecerlas o por lo menos definirlas?; A más de quince años de vigencia de la Constitución, ¿se han establecido los intereses del Estado? ¿Cuáles son?; ¿Dónde se encuentran?

La amplia doctrina existente al respecto nos señala una diversidad de intereses del Estado (los económicos, de política exterior, culturales y otros) que para el presente análisis nos circunscribiremos a lo establecido para la única institución del Estado responsable de los mismos, es decir, la Procuraduría.

Es atribución de la Procuraduría promover los intereses del Estado, lo que implica que promocionar, impulsar, fomentar o incluso favorecer los intereses del Estado es su  responsabilidad. El precautelar los intereses del Estado es otra de sus atribuciones. Aunque el término no guarda una relación lógica con los intereses mismos, haciendo un esfuerzo por entenderlo, lo referiremos a la toma de acciones necesarias para prevenir de un daño o peligro a dichos intereses. Finalmente, la tercera atribución es la defensa de los intereses del Estado, tarea de la cual debatiremos.

A más de quince años de su incorporación en nuestra Constitución, es importante hacer algunas consideraciones para establecer el fundamento teórico–doctrinario que permita identificarlos inicialmente y promoverlos o en sus casos defenderlos posteriormente.

A finales del década de los noventa y comienzos de la siguiente, muchos de los Estados, particularmente los desarrollados, percibieron la necesidad de ordenar sus ideas y plasmarlos en un documento las necesidades de seguridad de sus naciones, identificando sus intereses nacionales en los denominados Libros Blancos de la Defensa así como en las Estrategias de Seguridad Nacionales. Cada uno definió sus intereses nacionales en función de sus particulares realidades y necesidades a satisfacer, preservar o proteger. Uno de las definiciones más aceptadas es la establecida por los españoles que conjunciona tanto a los principios y valores y los interés mismos: Los intereses nacionales son aquellos que tienen como objeto el mantener la soberanía, la integridad territorial y el ordenamiento constitucional, así como asegurar la libertad, la vida y la prosperidad de sus ciudadanos y la consecución de un orden internacional estable, de paz, seguridad y respeto de los derechos humanos.

La definición referida, señala que los intereses no son solo los establecidos al interior de los Estados, sino, que también se cuentan al exterior. De esta relación se infiere que los intereses nacionales deben guardar relación con los intereses supranacionales de las organizaciones internacionales de las que son parte o con la de los Estados con los que se tiene acuerdos establecidos. No tendría ningún sentido pertenecer a una organización cuyos intereses no estén de acuerdo con los nuestros.

Al igual que la agenda pública, la definición de los intereses nacionales son de naturaleza política que necesariamente deben ser definidos y establecidos por los políticos de turno.

Definir los intereses nacionales es solo el primer paso para consolidar el modelo estratégico de Bolivia. Lamentablemente a casi doscientos años de su existencia, Bolivia no ha sido capaz de definirlos, menos implementarlos.

El presidente de Bolivia debe señalar con precisión su concepción estratégica para identificar los intereses nacionales y consecuentemente lograr su materialización a través del logro de los objetivos con el empleo de los instrumentos del poder nacional. De una comprensión de forma conceptual y teórica debe pasarse a hechos concretos y prácticos. Deben establecerse escenarios estratégicos y geoestratégicos en el campo económico, industrial, comercial, en la garantía de suministros energéticos, en las comunicaciones, espacio, ciberespacio y otros que incidan en la seguridad y defensa del país, solo así podrán concretarse los intereses nacionales en políticas públicas reales y objetivas. 

En un mundo cada vez más interdependiente y con renunciamiento de parte de la soberanía, los Estados logran alcanzar sus intereses a través de la seguridad colectiva, la ayuda económica, la diplomacia y las alianzas de beneficio mutuo.

Deben identificarse los intereses vitales del país, los estratégicos y los otros intereses que sin ser secundarios deben permitir alcanzar el bien común de los bolivianos, o tal vez apoyarnos en lo establecido por Morgenthau e identificar los intereses no variables que busquen asegurar la supervivencia y la identidad física, política y cultural del Estado. Los intereses variables de V. Van Dyke que incluyan la prosperidad, la paz, la ideología, la justicia y el poder del Estado. Independientemente de la línea adoptada, la clase política en el poder, deberá compatibilizar los principios y valores establecidos en la Constitución con los intereses identificados y concretados.

Es tiempo de establecer una estrategia de seguridad nacional como el arte mediante el cual se dirijan, orienten y coordinen todas las energías y fuerzas de la nación hacia la preservación de los intereses nacionales.

La clase política debe entender que las políticas públicas se estructuren en función de los intereses nacionales, lo que supondría, que la sociedad perciba tales intereses como necesarios, importantes y legítimos.

La Procuraduría y el Ministerio de Defensa deben ser los entes rectores para definir y establecer los intereses del Estado, secundados por la élite política del país y a casi doscientos años de Bolivia, establecer un norte para los bolivianos para el logro bien común.

Uno de los principios con los que se creó la Organización de Naciones Unidas ha sido que sus miembros arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos, de manera que no se pongan en peligro la paz, la seguridad internacional ni la justicia. De manera similar, a partir de las Conferencias de Ministros de Defensa de las Américas desde 1995, se ha establecido como objetivo para nuestro hemisferio la resolución de las disputas pendientes, entre y al interior de los Estados, mediante acuerdos negociados y la adopción generalizada de medidas de fomento de la confianza mutua.

 

En la misma línea, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha establecido como uno de sus principios la solución pacífica de controversias y la determinación de contribuir al fortalecimiento de Suramérica como zona de paz. Si bien los postulados expresados por esas instituciones son los deseables, contrariamente, persisten los conflictos particularmente al interior de los países y más aún, cuando uno de los indicadores más inequívocos de esta realidad, muestra un incremento considerable en los presupuestos de defensa de los países.

Con la invasión de Rusia a Ucrania se ha puesto de manifiesto que el poder duro está de regreso, y con mayor fuerza luego de un período de prevalencia del poder blando y del poder inteligente. A partir de octubre el panorama se complica más con la guerra entre Israel y el grupo Hamás.

Los conceptos de poder duro, poder blando y poder inteligente (hard power, soft power, smart power) son de uso común en las relaciones internacionales entre los Estados, así como en su relacionamiento al interior de los mismos como lo analizamos a continuación.

Se hace obligatorio inicialmente definir el término “poder” como elemento común en este relacionamiento. Para el profesor Robert Dahl, poder es la capacidad de lograr que otros hagan lo que de otro modo no lo harían, mientras que para el profesor Joseph Nye el poder es la capacidad de alcanzar los propósitos u objetivos propios. Estos dos conceptos vistos desde la esfera política señalan que los líderes usarán el poder del Estado para ejercer control sobre el conjunto de circunstancias y sus ubicaciones geográficas a fin de lograr los objetivos que apoyan sus intereses. Los líderes proveen la dirección para el uso coactivo o persuasivo de este poder con el fin de lograr objetivos específicos.

El poder duro está referido al poder nacional radicado en los medios militares (Fuerzas Armadas) y económicos. Este poder, según Nye, describe la capacidad de un Estado o líder político de utilizar incentivos económicos o la fuerza militar para influir en el comportamiento de otros actores. El poder blando, definido hace más de 30 años por Nye, se basa en la capacidad de un actor político para incidir en las acciones o intereses de otros actores valiéndose de los medios culturales e ideológicos con el complemento de los medios diplomáticos. En otras palabras, es la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción, antes que por la coerción o las recompensas. Surge del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas.

 

Con los dos mediáticos conflictos internacionales en curso se ha puesto en serio cuestionamiento el predomino y efectividad que el poder blando ha tenido en las últimas décadas, consecuentemente está tomando fuerza nuevamente el poder duro con el empleo de la fuerza coercitiva por parte de Estados y actores no estatales en procura de alcanzar sus objetivos.

Otro ejemplo de la revitalización del poder duro es el constante desarrollo de fuerza de Estados Unidos, el incremento del presupuesto de defensa por parte de Alemania, la reciente demostración de fuerza de China en las costas de Taiwán y otros similares de Corea del Norte con los Estados vecinos, lo que permite inferir que el poder duro se ha revitalizado agresivamente como forma de alcanzar los objetivos y preservar los intereses propios e imponerse sobre otros Estados.

 

Un indicador clave de esta política es el gasto público militar. En lo que respecta a Latinoamérica, no está alejado de lo que ocurre en otros continentes, puesto que mantiene una tendencia continua de crecimiento pese a los efectos económicos de la pandemia de Covid-19, lo que muestra que el poder duro nunca ha dejado de estar de moda (Nye).

Los acontecimientos en el mundo de hoy, desencadenados por los dos conflictos mediáticos vigentes, indican que el poder duro prevalecerá como medio de imponer los intereses de los Estados. Su empleo no está reservado solo a las potencias sino a todos quienes tengan la capacidad y decisión de amenazar o utilizar el instrumento bélico y/o económico. El incremento de los presupuestos de defensa de los países evidencia una carrera armamentista que se traduce en el aumento de los medios militares que servirán como recurso de amenaza, disuasión o para el empleo directo del poder militar.

 

El implementar una estrategia exitosa que combine el poder duro con el blando de la manera más eficaz posible, es lo que Nye denomina poder inteligente, es decir, una complementación de ambos manera que se refuercen mutuamente.

 

Los países débiles económica y militarmente carecen no solo de los recursos del poder duro, sino también de los relacionados con el poder blando, la capacidad de seducir y de influir en la agenda internacional (Nye), en consecuencia, la revitalización del poder duro en el mundo, debe obligarnos a reflexionar en las habilidades propias de Bolivia para desarrollar, mantener y emplear este poder en defensa de la patria.

Bolivia cuenta con un poder duro (sus FFAA) estructurado antes que la patria, que será empleado únicamente en legítima defensa de su independencia e integridad territorial y como Estado pacifista que es —al igual que otros— anhela vivir en un mundo sin violencia, por lo que los políticos, los diplomáticos y las autoridades están en la obligación de transformar los conflictos en paz y las amenazas en esperanza. Esta será la forma por excelencia de materializar el ideal de vivir sin violencia ni opresión; pero hasta que ese día llegue se tendrá que lograr que los ideales y los errores humanos encuentren un punto de equilibrio. No perdamos la fe en que llegue pronto el día cuando podamos deshacernos del poder duro de las armas, mientras tanto, debemos estar convencidos de que la paz y la estabilidad no son gratis, requieren de un gran esfuerzo y arduo trabajo, generalmente silencioso y poco valorado.

 

Bolivia contará con sus FFAA (poder duro) en tanto y cuanto existan obstáculos para alcanzar sus objetivos y amenazas para sus intereses nacionales.

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28 de Marzo de 2023

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